Cada vez que Greta Thunberg hace una aparición pública o se escribe una noticia sobre ella se producen una serie de comentarios que tratan de desprestigiarla o que simplemente están llenos de odio. Pero ¿por qué? ¿es por qué es una adolescente de 16 años y los adultos tienen que arremeter contra ella como ya hicieron con los millenials? ¿es por qué es una mujer? ¿por qué habla de una situación incómoda? o ¿por qué su discurso apela y molesta a quienes tienen poder y no quieren que las cosas cambien? Aunque quizá la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿por qué se la ataca y desprestigia a ella personalmente y no simplemente a su discurso?
Al igual que Slavoj Zizek, podemos recurrir a elementos de la cultura popular para explicar la filosofía, las ideologías, las cuestiones éticas y los problemas problemas sociales que suscita Thunberg. Como Deleuze, nos tenemos que adentrar en una búsqueda de la verdad en función de una situación concreta, cuando sufrimos una especie de violencia que nos empuja a esta búsqueda. Adentrémonos en un modo pop de hacer filosofía.
¿Qué es la Filosofía Pop? Es una filosofía para la que no existe nada trivial y que es accesible a cualquiera que quiera entenderla. La Filosofía Pop nace de la conjunción del mundo cotidiano y del pensamiento, que al colisionar en la experiencia hacen que se busque un sentido, que se dote a lo que experimentamos de un significado. No pretende erigirse como una atalaya ocupándose de los problemas metafísicos y del sentido de la realidad. Requiere de lo cotidiano para poder existir. Pretende dar respuesta a lo que sucede en el día a día. Al igual que Slavoj Zizek, recurriremos a elementos de la cultura popular para explicar la filosofía, para explicar ideologías, éticas, problemas sociales… A la luz de la propia filosofía o bien plantearemos preguntas que debe resolver la sociedad civil o el individuo y/o propondremos alguna solución. Como Deleuze, buscaremos la verdad cuando estemos determinados a hacerlo en función de una situación concreta, cuando sufrimos una especie de violencia que nos empuja a esta búsqueda. Adentrémonos en un modo pop de hacer filosofía.
Aunque pueda sonar raro la Filosofía Pop existe: es una filosofía para la que no existe nada trivial y que es accesible a cualquiera que quiera entenderla. La Filosofía Pop nace de la conjunción del mundo cotidiano y del pensamiento, que al colisionar en la experiencia hacen que se busque un sentido, que se dote a lo que experimentemos de un significado. No pretende erigirse como una atalaya ocupándose de los problemas metafísicos y del sentido de la realidad, requiere de lo cotidiano para poder existir, pretender dar respuesta a lo que sucede en el día a día. Al igual que Slavoj Zizek, recurriremos a elementos de la cultura popular para explicar la filosofía, para explicar ideologías, éticas, problemas sociales y a la luz de la propia filosofía o bien plantearemos preguntas que debe resolver la sociedad civil o el individuo y/o propondremos alguna solución. Como Deleuze buscaremos la verdad cuando estemos determinados a hacerlo en función de una situación concreta, cuando sufrimos una especie de violencia que nos empuja a esta búsqueda. Adentrémonos en un modo pop de hacer filosofía.
Aunque pueda sonar raro la Filosofía Pop existe: es una filosofía para la que no existe nada trivial y que es accesible a cualquiera que quiera entenderla. La Filosofía Pop nace de la conjunción del mundo cotidiano y del pensamiento, que al colisionar en la experiencia hacen que se busque un sentido, que se dote a lo que experimentemos de un significado. No pretende erigirse como una atalaya ocupándose de los problemas metafísicos y del sentido de la realidad, requiere de lo cotidiano para poder existir, pretender dar respuesta a lo que sucede en el día a día. Al igual que Slavoj Zizek, recurriremos a elementos de la cultura popular para explicar la filosofía, para explicar ideologías, éticas, problemas sociales y a la luz de la propia filosofía o bien plantearemos preguntas que debe resolver la sociedad civil o el individuo y/o propondremos alguna solución. Adentrémonos en un modo pop de hacer filosofía.
Con una sola noticia nos hemos encontrado que se ha desatado una marea de juicios morales, ataques, denuncias y diligencias policiales, todo ello debido a la reacción en Internet que ha provocado la noticia, cuando otras, mucho más graves, no logran indignar tanto a la mayoría. Tras la muerte del matador (me niego a llamarle de otra forma y tampoco estoy diciendo nada que no pueda decir) Víctor Barrio se desataron múltiples y muy variadas reacciones por las redes sociales. Pudimos leer tanto en Facebook como en Twitter quienes se lamentaban profundamente por la muerte del segoviano hasta quienes expresaban su alegría de que se produjera este hecho. A raíz de estas últimas opiniones es donde se desató la polémica. ¿Está bien alegrarse de la muerte de alguien? ¿Realmente los comentarios se alegraban de la muerte de un ser humano o se alegraban de otra cosa? ¿Es lícito publicar esos pensamientos y ser castigados por ellas?
Todas esas preguntas y lo que pasó después nos plantean muchas líneas diferentes a poder seguir que tienen que ver tanto con la ética como con la filosofía política. Abordemos en primer lugar el hecho de la «alegría» por la muerte de otro ser humano. Tradicionalmente hay dos concepciones básicas sobre la moral: una que es la capacidad que tiene el ser humano, en cuanto ser libre, de decidir que está bien o mal y actuar en consecuencia; la otra es la que considera que la moral trata sobre lo que es aceptable o no en relación con las costumbres y comportamientos regulados por una religión, una cultura, grupo, etc. Frente a los comentarios sobre la muerte del torero muchos los calificaban de inmoral y eso es un error, porque la moral que tiene un individuo no tiene que coincidir con la de otro. La cuestión la debemos situar en si es o no es ético alegrarse por el fallecimiento de un matador y si eso lo deberíamos hacer público.
La ética es la reflexión filosófica que se hace sobre la moral y que intenta extraer racionalmente de esta última una serie de reglas y normas universales sobre lo bueno y lo malo y como deberíamos actuar en consecuencia de ello. Ya hemos visto que la moral es algo privado o perteneciente a un colectivo y que por tanto no se puede intentar imponer a otros. La ética por su parte intenta buscar las mejores reglas y principios para todos, pero estas tienen que venir acompañadas de una justificación racional. Además la ética suele dar valor a las acciones o intenciones de las personas por lo que intentar dar valor a algo más allá de ello escaparía de su campo de estudio. Alegrarse por algo es una emoción, no es algo tangible y por tanto decir si una emoción es buena o mala es algo propio de la moral, no de la ética, incluso cuando el suceso que provoque esa alegría no sea sustancialmente bueno, la emoción en sí misma no es ni buena ni mala, es el hecho lo que sería malo.
Por lo tanto expresar alegría por la muerte de una persona solo puede ser moralmente condenable, pero como la moral no es algo universal y responde a muchos particulares, no es un juicio que se pueda universalizar. Tampoco es delito, al menos en España. Cuando asesinaron a Isabel Carrasco, por aquel entonces presidenta de la Diputación de León, las reacciones de la gente fueron bastante similares a las que nos hemos podido encontrar en las redes sobre la muerte de Víctor Barrio. Si miramos lo que ocurrió entonces y ahora podemos llegar a la conclusión de que no es delito alegrarse por la muerte de una persona, al igual que tampoco lo es decirlo públicamente. Los delitos de injurias (que atentan contra la dignidad de una persona), calumnias (imputar un delito a alguien con conocimiento de su falsedad) o amenazas, o incitar a cometer un delito es castigable por la ley, pero aún en el supuesto que se hayan cometido injurias contra el matador, el derecho al honor del mismo se acaba cuando fallece. Solo sería punible que se incitara a matar, tendría que hacer nacer las ganas de asesinar a otro con un comentario, cosa que es un tanto difícil con los 140 caracteres de un tweet o un simple estado de Facebook.
Decir que «ojalá todos los toreros corran la misma suerte pronto» tampoco es delito. Con esa frase no se incita al odio, a la violencia o se provoca la discriminación contra el colectivo de matadores españoles, no se atenta contra su honor ni nada por el estilo, tal y como parece que quieren hacer creer los colectivos que se dedican a torturar y matar a los toros. Otra cosa bien distinta es que se arremeta contra los familiares del difunto, como si que hemos visto que ha ocurrido en Twitter, ahí se está ejerciendo un tipo de violencia psíquica contra alguien emocionalmente frágil y en esa situación algunos de los comentarios vertidos podían llegar a ofenderlas y humillarlas. ¿Qué culpa tiene alguien de enamorarse, de querer a otro, aunque el oficio de ese otro pueda ser condenable ética y moralmente? Ninguna. Uno no elige enamorarse de quien se enamora, es algo que sucede y la mujer de Barrio no tenía la culpa de a lo que se dedicaba su marido y por tanto irle con gracias sobre la muerte de alguien a quien quería además de estar fuera de lugar es atentar contra el estado psíquico y emocional de alguien que no tenía culpa de nada.
Pero aquí nos llega la siguiente cuestión: es condenable la actitud de ciertas personas con los familiares del matador pero ¿y si las mismas opiniones no se vierten directamente contra ellos y se expresan de una forma libre y sin ánimo de ofenderles ni dañarles? Aquí podemos tomar el ejemplo del desafortunado comentario de un profesor que decía que bailaría sobre la tumba del matador y que ojalá corrieran la misma suerte toda su estirpe. A pesar del dudoso gusto y la reprobación moral del comentario, él no lo dirigió directamente hacia nadie, lo escribió en su muro de Facebook, expresando su opinión. El problema radica en que no parece haber un consenso entre lo que es y no es público en Internet y sobre todo en las redes sociales. Si para el filósofo alemán Jürgen Habermas la esfera pública es la que se articula entre la esfera privada y la política y esta tiene a su vez diferentes espacios de distinto rango y alcance ¿qué nos hace pensar que en Internet eso no pasa? Por mucho que una publicación se viralice hay ámbitos privados y semiprivados en las redes, incluso cuando estos comentarios se hacen de forma pública, porque una cosa es no avergonzarse de lo que uno piensa y otra entender que porque lo pueda leer cualquiera es de dominio público.
Yo mismo a raíz de una publicación sobre la muerte de Víctor Barrio recibí un comentario de alguien que no estaba ni siquiera entre mis amigos de Facebook ¿qué derecho tiene esa persona para entrometerse en lo que yo escribo o dejo de escribir sin una afán de exposición pública? Si nos guiásemos por esa lógica deberíamos de hacer lo mismo con las conversaciones que pudiéramos escuchas por la calle y eso es algo que no hacemos. Entendemos que aunque podamos acceder a ello no se desarrollan en un ámbito completamente público y que entrometernos atenta contra la privacidad de las personas que mantienen la conversación. Con las publicaciones en Facebook se debe de suponer lo mismo, no así con las de Twitter o en un blog ya que ahí la lógica es soltar pensamientos (a menos que se tomen medidas para controlar su privacidad) para que queden a disposición de quien quiera consultarlos. Así debemos entender que no todo lo que circula en la red es de dominio público, hay ámbitos que requieren de privacidad, aunque puedas llegar a verlos.
También en todas las interacciones cibernéticas parece que la gente solo leía y entendía lo que quería, mientras unos explicaban el porqué de sus opiniones e intentaban hacer ver que no era lo que se les acusaba de pensar, algunos supuestos guardianes de la moralidad salieron para reprobar esas actitudes. Las falacias y los saltos argumentativos comenzaron a darse como las flores tras las primeras lluvias al llegar la primavera, el discurso dejó de tener sentido para defender las creencias y las posturas personales. Mientras algunos decían que el matador se había merecido su fin por meterse ahí, otros intentaban decir que no, que al igual que los que saben que les puede pasar algo por practicar deportes de riesgo y mueren era lo mismo. En primer lugar no es lo mismo, la lógica que se esconde tras el argumento sobre el fallecimiento del matador es: si entras a una plaza a hacer sufrir a un animal y este intenta defenderse, solo tu eres el responsable de lo que te pueda pasar, eres tu quien asume un riesgo innecesario donde torturas a un animal que lucha por su vida, si mueres solo será consecuencia de tus propios actos. Si alguien que practica Fórmula 1 o paracaidismo muere no se merece morir, asume un riesgo si, pero la principal consecuencia de sus actos no es la muerte de otro ser vivo por lo tanto su propia muerte se debe a un fallo de los medios que se pusieron por su propia seguridad.
Para los que expresaron su alegría por la defunción de Barrio (o al menos a la mayoría) lo único que ocurrió es que se hizo justicia del modo más salomónico posible. Como en la ley gitana, si matas te matan. Para los que consideran que una vida humana tiene el mismo valor que la de un animal (a esto en ética se le llama postura antiespecista) que alguien que se dedica a asesinar y torturar reses por diversión es alegrarse no de la muerte en sí, si no de que esa persona ya no podrá hacer más daño a otro ser vivo y hacer un espectáculo de su sufrimiento. Entender esta línea de pensamiento no significa apoyarla, pero si evitar acusar a los demás de cosas que ellos nunca han dicho, de evitar discusiones sin sentido. Mientras se acusan unos a otros de intolerantes y de bárbaros se pierde el intento de entender y comprender, algo sumamente necesario para poder establecer un juicio y entablar una discusión que no se limite a un «eres malo y eso que has dicho eres malo» y «el malo eres tu por defender a matador».
Quizá debería preocuparnos más que se condene y se haya dado tanta importancia a las reacciones de la muerte de una sola persona y no se la demos cuando más muertes se producen fuera de nuestras fronteras. Quizá debería preocuparnos que no nos importa la dignidad como seres humanos, como algunos enarbolan contra otros, cuando vemos bien alegrarse por la muerte de un terrorista, de un violador o de un maltratador y no de alguien que ha dedicado su vida a hacer sufrir a otros animales ¿y si en vez de con toros lo hubiera hecho con perros? Quizá debería preocuparnos que algunos de los que piden respeto y honor por el fallecimiento de un matador no la pidan por la del obrero que pierda la vida por falta de medidas de seguridad o por las de cualquier otro trabajador que no tenía culpa de nada. Quizá debería preocuparnos que le demos más importancia a lo que personas anónimas digan en las redes sociales y no lo que una figura pública como Gabriel Picazo se refiriese a un partido político diciendo «Os queremos convertir en abono para las cunetas» ¿no incita eso más al odio y al honor? ¿no tiene más sentido defender antes los derechos de los vivos que los de los muertos?
También debemos de pensar hacia quien dirigimos nuestra empatía. Por naturaleza estamos «programados» para sentir el dolor de los de nuestra propia especie y en menor grado por los animales que comparten más rasgos físicos con nosotros. Es decir, seremos más empáticos con un mamífero como un gato o un perro que con una araña o una oruga. Pero al igual que la empatía es un mecanismo natural para la supervivencia de la especie la cultura también lo es, es un mecanismo intrínseco de la especie humana. Como todo lo que deriva de la naturaleza las cosas tienen que cambiar, no siempre todo funciona en todos los entornos. Por cultura y por tradición en Esparta se abandonaba a su suerte a los niños que nos coincidían con el canon esperado (eso o algo peor). Por cultura y tradición se perseguía a los diferentes físicamente por tener cualidades mágicas o diabólicas. Y así muchas otras atrocidades que por fortuna se han extinguido en su gran mayoría. El ser humano de hace dos mil años no es el mismo que el del presente, al igual que tampoco lo es el de hace cien años y el de ahora. Necesitamos adaptarnos a nuestro tiempo, a nuestras necesidades. Desarrollar una empatía mayor hacia otros seres vivos es una respuesta a empezar a entender que necesitamos de los otros animales para no cargarnos nuestro ecosistema y por lo tanto nuestra propia supervivencia.
Esa empatía es algo natural en nosotros mismos. Esa empatía nos pide que extendamos nuestras emociones de dolor cuando otros lo sienten y esto ya no solo se limita a nuestra especie. Nuestra propia evolución, tanto cultural como natural, nos pide ser más compasivos, por nuestro propio bien, por nuestra propia supervivencia. Somos más propensos a sentir empatía por las víctimas que por los verdugos. Es normal que se sienta más tristeza y más rabia por todos los toros asesinados en lo que algunos llaman fiesta y cultura que por un matador que ha fallecido ante un animal que solo buscaba su supervivencia. No nos hace menos humanos sentir más dolor por el toro que por el matador, nos hace más compasivos, más empáticos. Al igual que sentimos más dolor por la víctima de violencia de género que por el maltrador, aún cuando los dos hayan muerto. Sentir más pena, más dolor, más ira, etc. por la víctima que por quien comete el crimen es natural en nosotros. El matador aquí no es la víctima de nada, el animal sí.
Hoy por hoy y si me preguntan yo no he llorado ni lloraré por la muerte de Víctor Barrio. Tampoco puedo sentir pena o lástima, si por sus familiares, que han perdido a un ser querido y conozco muy bien esos sentimientos. Pero no puedo sentir empatía alguna con un ser que dedicó su vida a maltratar a otro ser vivo hasta su muerte e hizo de ello su profesión. No puedo sentir empatía por alguien a quien considero un sádico y un desalmado, no puedo llorar por ellos. Solo puedo sentir alegría de que ya no hagan más daño, de que haya en el mundo alguien menos dispuesto a hacer espectáculo del sufrimiento de otro animal, y es alegría de eso y no de su muerte en sí. Hoy por hoy si me preguntan por quien lloro no puedo responder que por el matador, yo lloro por los que han perdido a alguien querido, lloro por toda esa sangre inocente, esa sangre animal, que ha sido derramada por un supuesto arte y un espectáculo tan retrógrado como las peleas de perros, de gallos o el propio circo romano. Lloro por el intento de querer quitarnos nuestra libertad de expresión y por el intento de infundirnos miedo por decir lo que pensamos y lo que sentimos.
¿Filosofía? ¿Pop? ¿Filosofía Pop? Puede sonar raro, pero es algo más normal de lo que puedes estar imaginándote. La Filosofía Pop es un proyecto mensual en el que pretendo tratar algún tema de interés o de actualidad con un enfoque filosófico pero de una forma asequible, sencilla, sin complicados giros lingüísticos ni intrincados conceptos como dasein o unidad trascendental de la apercepción. Es Pop, en el sentido más amplio del término, es popular, asequible para todos, inmediata, como una canción de Michael Jackson o de Madonna. He estudiado filosofía en la Universidad de Salamanca y por lo tanto trataré las cosas desde esta disciplina que tan necesaria es y que la mayoría de la gente no sabe para que sirve. Intentaré ser claro, conciso y mostrar la utilidad de una de las ramas del saber más antiguas de Occidente. Hoy ya provechando que las elecciones del 26 de junio en España están a la vuelta de la esquina, hablaré precisamente de eso: de votar.
La Democracia nació en la Antigua Grecia, al igual que la Filosofía, las bases de nuestra geometría o el molino de agua. El concepto que tenemos de democracia es bine distinto del que tenían los primeros atenienses que la ejercieron. Allí no podían votar todos, solo los varones adultos que fuesen ciudadanos y atenienses (es decir, tenían que haber nacido en Atenas y tener ascendencia en la ciudad), y además tenían que haber terminado su entrenamiento militar como efebos. Así quedaban excluidos los esclavos, los niños y jóvenes, las mujeres, los metecos y los que tuviesen deudas con la ciudad, aunque fue un gran precedente que no hubiera un requisito de riqueza o propiedad para participar en la democracia. Hoy en día pueden votar todos los ciudadanos mayores de edad de un país, ciudad o región en las elecciones que les afecten sin importar su religión, sexo, estado económico o ascendencia.
Lo que si me gustaría rescatar de los griegos es que ellos pensaban que no todo el mundo estaba capacitado para ejercer su derecho democrático y lamentablemente a día de hoy tampoco. Aún me sigue removiendo algo dentro el chiste aquel en el que se muere el piloto de un avión y se ponen a votar democráticamente quien pilotará en su lugar en vez de elegir directamente a quien sabe hacerlo. Y es que a veces parece que esa situación tan estrafalaria es la que tenemos en la realidad, gente que se presenta para gobernarnos, a los que votamos y que realmente no valen para ello. Algo seguimos teniendo en común con esa Antigua Grecia, allí existían los sofistas: unos intelectuales que se dedicaban a perfeccionar el arte de convencer, de engañar y persuadir por medio de la retorica, justo como la mayoría de nuestros políticos.
El título de esta reflexión viene dada por una frase que Mónica Oltra, líder de Compromís y actual vicepresidenta de la Generalitat Valenciana, ha repetido varias veces desde las fallidas elecciones del 20 de diciembre: «No podemos decirles a los ciudadanos que se han equivocado al votar». Esta claro que ella no puede decirlo, decir eso implicaría o bien que los que no la han votado a ella se han equivocado, que los que la han votado a ella son los que se equivocaron o ambas a la vez. Pero la cuestión es que si que debemos pensar que nos hemos equivocado al votar, y no porque esté pidiendo abstencionismo ni nada por el estilo. Me refiero a que nos estamos equivocando al votar dejándonos llevar por ideas vagas, por un sistema que nos manipula y que no deja espacio a que pensemos y critiquemos de una forma objetiva o con respecto a nuestros intereses las propuestas de cada partido.
Lo queramos o no estamos siendo constantemente manipulados de todas las formas posibles, nos saturan de información para que no retengamos nada y así realmente no sepamos nada y pensemos que si que sabemos algo, pero en política lo que más se utiliza es la manipulación estética. Le Estética es una rama de la filosofía que estudia lo que despierta en el ser humano emociones y sensaciones ligadas a lo bello, lo horrible, lo terrible… es decir, la pintura, la publicidad, la literatura, la música, el cine, ect. Quizá si hablamos de la manipulación publicitaria nos suene más la cosa; la estética también estudia ese tipo de cosas y nos lleva al porque de la misma y a como combatirla.
Cuando hablamos de política hablamos de ideología y la ideología como bien señala el filósofo Louis Althusser es profundamente inconsciente. Siguiendo la línea de razonamiento de Althusser la ideología es un sistema de representación: son imágenes y a veces conceptos y en la mayoría de los casos son estructuras que se imponen por medio de una percepción emocional La ideología se convierte en algo que es percibido, aceptado y sufrido y se convierte en algo que es de sentido común, por lo que en la mayoría de los casos no admite discusión. De ahí que quienes tienen una ideología concreta son tan buenos para gritarse en un plató de televisión como tertulianos, cada uno percibe la realidad de una forma distinta y negar la realidad del otro es como negar que puede ver o respirar. Bien, la ideología, y por ende la política, funcionan en un campo emocional la mayoría de las veces y los políticos juegan con ello intentando atraparnos en sus redes para conseguir votos.
Ya de entrada podríamos hablar de la poca confianza que transmiten unos líderes políticos que sin tener ninguna una mayoría absoluta han sido incapaces para ponerse de acuerdo en gobernar y que sigamos teniendo un gobierno en funciones. Nos topamos con la desconfianza, con la inseguridad y con el miedo. Sobre estas tres cosas se está trabajando mucho en la campaña electoral por parte de todos. Miedo a que si no votamos a unos los otros nos arruinarán, miedo a que nos quedaremos sin trabajo por votar a los otros, miedo a que sigan robando los corruptos de aquel partido… Así podemos escuchar como unos y otros se van arrojando la pelota al tejado del otro para ver quien da menos miedo, para ver quien es la mejor opción entre los peores. Pero ya no solo trabajan con el miedo por el futuro de cada uno haciéndonos responsables de nuestro propio voto, que en realidad esa responsabilidad la deberíamos de sentir de por sí, si no que trasladan el discurso al reino de las falacias.
La falacia que más escuchamos siempre en cualquier campaña o debate político son las falacias Ad Hominem. Para los que no conozcan esta falacia, que ya sabemos todos que la filosofía en la educación secundaria es de aquellas asignaturas que la tienen casi más por rellenar que por otra cosa, aunque con la nueva ley del PP ya ni para eso, es una falacia (un argumento falso) que en vez de atacar los argumentos erróneos en un discurso o debate ataca al interlocutor que los expresa.
Al señor Mariano Rajoy se la acusa una y otra vez de corrupción y de encubrir a corruptos, en vez de atacar la pésima gestión basada en recortes de sanidad y educación y en la precarización del empleo que estamos viviendo. Al señor Pablo Iglesias se le echan en cara lo que hace en su vida personal o lo que dijo mucho antes de meterse en política, en vez de ver si lo que dice tiene sentido o es plausible (para ello prefiero remitirme a lo que opinan los medios internacionales que alaban ciertas cosas de su política y aborrecen otras, ya que la mayoría de medios españoles son de derechas). Al señor Albert Rivera se le echa en cara que finja ser humanitario yéndose a Grecia a abrazar refugiados pero no haciendo nada más por ellos, en vez de centrarse en sus argumentos populistas centrados en una pequeña parte de la población. Y al señor Pedro Sánchez por limpiarse las manos en un supuesto acto racista tras saludar a unos inmigrantes, en vez de criticar como vendió su programa electoral para poder gobernar.
Pero dejando a un lado las falacias ad hominem, que son ya casi como el pan nuestro de cada día en la política, pasemos a las propias campañas electorales. El PP ha lanzado una campaña intentando corregir el voto de castigo tan propio de nuestro país durante tantos años de bipartidismo, se centra en las cosas buenas de nuestro país, cosas que ya teníamos antes de que gobernará Rajoy y que gracias a la gestión de su partido se han visto empeoradas durante los últimos años, cosas como la educación y la sanidad, dos pilares fundamentales del estado de bienestar que se han cargado de un plumazo. Ciudadanos ha sacado un spot que podríamos calificar de «cuñadismo» por todas partes donde la mujer tiene que ser madre, trabajadora y ocuparse de todo (porque solo puede haber ese tipo de mujer agobiada y estresada) y a la que no se la deja hablar, además hacen una clara referencia a Pablo Iglesias con alguien que se parece físicamente a él tachándolo de vago y de caradura. El PSOE parece el menos agresivo en su campaña, pidiendo un cambio que ellos quieren realizar, aunque luego vemos que si tienen que pactar con un partido de centro derecha dejando que medidas contrarias a lo que ellos predican se cuelen en su programa pues pierden credibilidad. Luego está Unidos Podemos, un partido que aglutina a Podemos, Izquierda Unida y a tantos partidos afines como Ahora Madrid, Compromís, Barcelona en Comú… que está apostando por la política más agresiva, más a la americana, recurriendo en muchos casos al sensacionalismo barato para rascar votos.
Si todo esta tan mal, si vemos como casi se centran más en atacarse de forma personal, si los vemos contradecirse e intentar jugar con nuestras emociones y sentimientos para conseguir votos ¿qué hacemos? Escuchar, leer, observar y pensar. La jornada de reflexión antes del día de las elecciones no es suficiente. Con un día no basta para saber cual crees que es la mejor opción para ti o para el país. La solución ante esta manipulación estética consiste en leer, contrastas y tener una mente crítica, algo que por desgracia cada vez abunda menos. He visto como en redes cada vez abundan más falsas noticias, manipulaciones y demás de «supuestos medios de noticias» que atacan a unos partidos u otros según sus inconvenientes y la gente lo acepta tal cual, no se cuestiona si quiera la veracidad de la información, ellos ya han elegido su culpable, o a quien demonizar, solo quieren justificarlo y convencer a los demás, abrirles los ojos a su realidad, que es la única y verdadera.
Pues la cosa no funciona así. Aún sigo recordando aquella frase que tantas veces se ha repetido: los poderosos te quieren ignorante porque a un ignorante es más fácil manipularle. En España no tenemos una cultura democrática, no tenemos una cultura de crítica constructiva hacia al política, nuestro sistema tampoco ha ayudado mucho pero parece que nos cuesta arrancar para que las cosas cambien. Poco se habla del proyecto europeo, si de aquel proyecto de unión política que era la Unión Europea, preferimos enzarzarnos en ver quien quiere o no quiere que se pregunte quienes quieren independizarse o muy pocas veces se plantean soluciones intermedias. No se habla de recuperar el estado del bienestar, un estado donde todos los ciudadanos tengan unas necesidades mínimas cubiertas para que todos partamos en igualdad de condiciones, no se habla de multiculturalismo, no se habla de tantas cosas necesarias… Solo se habla de lo que los políticos quieren arrojarse unos a otros.
Mi consejo es que leas el programa de cada partido, si te da pereza, no lo leas entero pero en todas sus webs tienes resúmenes y vídeos y luego ve e intenta contrastar cada propuesta y cada modelos en sitios de calidad (cualquier página con un dominio que incluya news, información, diario o cosas por el estilo no tiene porque se fiable). Deja guiarte por tu ideología, al fin y al cabo y si es algo emocional a lo que no podemos ponerle remedio mejor que votes fiel a ti mismo que manipulado de cualquier forma. Piensa que quieres, que partido casa con tus intereses, cual te ofrece mejores soluciones para tu situación y vótale.
Yo ya he hecho este ejercicio y no tengo ningún problema en decir más o menos lo que pienso, no intento convencer a nadie, simplemente es a las conclusiones que yo he llegado. El PP no me inspira confianza ninguna, en ocho años solo he visto como sus políticas me han perjudicado a mi y gente de mi entorno personalmente, no me vale la escusa de la crisis, creo que en ocho años las cosas deberían haber mejorado un poco y yo y tanto otros no hemos visto ni una sola mejora. Ciudadanos tampoco me inspira confianza por dos grandes motivos en muchos de sus discursos se dirigen casi exclusivamente a las clases medias y querer gobernar solo para una pequeña parte de la población, porque tras la crisis la clase media cada vez es más ínfima en nuestra país no me parece bien. Si no lo creéis revisad aquella patochada de debate organizado en Antena 3 donde participaban solo mujeres. Otra cosa que me repele del partido naranja es que su contrato laboral puede precarizar el empleo aún más, no ofrece protección para los contratos temporales y creo que al largo plazo su sistema de paro y cotización no beneficiará al trabajador. No quiero un partido que sol gobierne para unos pocos.
Me gustan muchas cosas de las que dice el PSOE, pero no estoy seguro de si tendrán la entereza suficiente para defender hasta las últimas un programa socialista, aquel pacto con C’s no sienta buenas bases. Con Unidos Podemos quizá el gran problema que tengo es Pablo Iglesias. Si nos volvemos a centrar en la estética su imagen de rebelde sin americana, con la camisa remangada, que a veces es de niño bueno y otras de un verdadero luchador electoral no me acaba de convencer. Quizá lo veo demasiado estudiado, demasiado marketing de por medio, además que hablando de lo que transmiten emocionalmente su apariencia semióticamente no habla de un personalismo que quizá no sea bueno. No transmite la seriedad necesaria que requiere un jefe de estado y eso que tenemos ahí a Obama que siempre que puede hace el payaso en algún programa de su país, pero Iglesias no va por ese camino.
A mi me da igual lo que opinen o no de Grecia o Venezuela mientras quieran gobernarnos bien. No me interesa que sean catalanes y no quieran la independencia de Cataluña. No me interesan esos ataques de novios adolescentes de tu pactaste y tu me rechazaste. Me interesan más sus programas electorales que su vida privada. Me interesa el proyecto que tienen para el país antes que cualquier otra cosa. Y si aún os estáis preguntando mi voto irá a un partido de izquierdas, es lo que encaja mejor con mi ideología. ¿Y tu sabes ya si votarás sin equivocarte o dejarás que te arrastren a dónde ellos quieren?
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