Cada vez que Greta Thunberg hace una aparición pública o se escribe una noticia sobre ella se producen una serie de comentarios que tratan de desprestigiarla o que simplemente están llenos de odio. Pero ¿por qué? ¿es por qué es una adolescente de 16 años y los adultos tienen que arremeter contra ella como ya hicieron con los millenials? ¿es por qué es una mujer? ¿por qué habla de una situación incómoda? o ¿por qué su discurso apela y molesta a quienes tienen poder y no quieren que las cosas cambien? Aunque quizá la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿por qué se la ataca y desprestigia a ella personalmente y no simplemente a su discurso?
Al igual que Slavoj Zizek, podemos recurrir a elementos de la cultura popular para explicar la filosofía, las ideologías, las cuestiones éticas y los problemas problemas sociales que suscita Thunberg. Como Deleuze, nos tenemos que adentrar en una búsqueda de la verdad en función de una situación concreta, cuando sufrimos una especie de violencia que nos empuja a esta búsqueda. Adentrémonos en un modo pop de hacer filosofía.
Para quien aún no lo tenga muy claro Greta Thunberg es una sueca nacida en 2003 que se ha hecho famosa internacionalmente por ser una de las caras que inspiró los Fridays For Future (Viernes por el Futuro), un movimiento que involucró en sus inicios principalmente a estudiantes manifestándose para que los políticos empezaran a tomar medidas urgentes para combatir los efectos del cambio climático. Ella comenzó a manifestarse delante del Riksdag, el parlamento sueco, lo que encendió la chispa para que otros estudiantes hicieran lo mismo en sus comunidades. Tal fue el impacto de esta adolescente que llegó a dar un discurso en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2018 (COP24) reclamando a los líderes mundiales allí presentes que dejaran de vender la idea de un progreso o capitalismo verde y se preocuparan realmente por el medio ambiente. Pero este solo fue el primer discurso a esta escala que daría porque desde entonces participó en eventos y manifestaciones de impacto global reprendiendo a los políticos por su inacción frente a una crisis medioambiental urgente.
Hasta aquí podríamos haber hablado de lo impresionante es que una adolescente haya conseguido tener tanto impacto a nivel mundial pero la realidad es que muchos medios de todo el mundo y una gran cantidad de personas en Internet, las suficientes como para ser tomadas en cuenta, han decidido desprestigiar ya no el discurso de Greta, sino, a la propia Greta ya sea porque puede tener apoyos externos, por sus condiciones psicológicas, por su edad… Es como si esa obsesión malsana que vivía Mary Jensen (interpretada por Cameron Diaz) en Algo pasa con Mary se hubiera escalado a nivel global y en vez de tratar de impresionar a la protagonista intentaran todo lo contrario, más que tomar medidas desesperadas para estar con ella, lo que parecen pretender es que se cambie de nombre, se mude e intente olvidarse de todo como hizo la propia Mary obligada por Woogie (Chris Elliott), su acosador.
Tras la última intervención de Greta en la Cumbre sobre la Acción Climática de las Naciones Unidas y su famoso viaje en velero cruzando al Atlántico como una protesta simbólica para llamar la atención sobre la huella de carbono de los viajes (ya que los grandes transatlánticos y los aviones emiten una gran cantidad de gases de efecto invernadero) han saltado un gran número de noticias cuestionando a Thunberg por sus posibles filiaciones políticas. La primera noticia, que se demostró falsa, era la que era nieta de George Soros o que era una marioneta controlada por sus intereses. Una vez que se demostró que la noticia, basada en un fotomontaje, era falsa se sucedieron otras que, basadas en falacias argumentales, buscan crear una opinión similar sobre la adolescente sueca. En este tipo de artículos, como el que publicó The Times lleno de falacias ad lazarum (porque si alguien que defiende unas ideas es rico la idea no puede ser buena), falacias por asociación (ya que vinculan a Greta con diferentes personas que tienen vinculaciones a su vez con empresas con intereses en tecnologías verdes) y repetido tantas veces que se convierte en una falacia ad nauseam (se repite el mismo argumento una y otra vez hasta que por aburrimiento se sea incapaz de rebatir).
Quizá lo más ominoso de este tipo de artículos es que están cuestionando que gente con un nivel económico alto no puedan tener intereses ecológicos genuinos, cuando precisamente las ideas contrarias está claro que si que tienen un claro y único interés económico. Además, aunque tuvieran un interés económico esto no es incompatible con tener un interés ético, o que, aún sin tener el interés ético sus acciones no sean buenas para la mayoría. Podemos recurrir al utilitarismo de John Stuart Mill y tras hacer varios cálculos éticos podemos ver que no hay nada malo en ello porque beneficiarían a la mayoría, aunque es elucubrar en el peor de los escenarios posibles porque hasta ahora no se ha demostrado ninguna de esas acusaciones en las que se ven implicadas hipotéticas subvenciones y leyes que les beneficiarían. Esta falacia ad lazarum salpica a Thunberg por aceptar ese apoyo que le ha servido para amplificar su discurso y llegar a mucha más gente. Precisamente también se la critica por llegar a tanta gente, porque tiene una «gran campaña» de marketing detrás cuando lo único que hace es hacer lo que hace cualquier chico de su edad en las redes sociales pero amplificado por los medios tradicionales, incluso por aquellos que la critican.
Si hay que reclamar algo a Greta Thumberg como interlocutora es quizá su propia condición al tener 16 años y una mujer blanca de un país desarrollado. Junto a la joven sueca hay activistas y líderes indígenas, colectivos que llevan años reclamando políticas medioambientales y alarmando sobre la situación cada vez más irreversible en la que nos encontramos. Y es que Occidente solo ha empezado a plantearse las cosas más seriamente cuando ha sido una cara de alguien blanco de un país desarrollado quien se ha enfadado ignorando durante años pueblos marginados que reclamaban en la mayoría de los casos exactamente lo mismo. Aunque este no es ni siquiera un problema de Thunberg si no de nosotros como sociedad al dar más peso al discurso de unos frente a otros como ya hemos visto en movimientos como el feminismo donde se escucha antes a una mujer blanca que a una mujer racializada, pobre o trans.
¿Pero qué es lo que molesta tanto de Greta? No pueden ser los apoyos que recibe de ciertas personas porque el uso reiterado de unos tipos concretos de falacias apuntan que solo se quiere destruir y desmoronar su reputación y su discurso. Lo que molesta es lo que Thunberg simboliza, ella no dirige ningún movimiento, se ha convertido en su cara visible, en una inspiración para miles de jóvenes en todo el mundo que respaldan sus palabras y sus demandas preocupados por el cambio climático. Esta sueca simboliza el cuestionamiento del statu quo de un modelo politico-económico que no se adecua a la realidad. Es algo más que el germen de un cambio de paradigma en cuanto a la política y la economía en relación con la ecología.
El filósofo francés Gilles Lipovetsky en una entrevista reciente decía: «Creo que es una utopía pensar que podemos pararlo [el cambio climático] cambiando nuestros hábitos (…) Es una ilusión creer que vamos a hacer cambios en nuestro modo de vida motivados por la virtud. La gente no va de repente a convertirse en gente razonable, dejar el coche, comer menos carne y no viajar en avión por conciencia. No lo creo. A escala planetaria no hay otra solución que invertir más en innovación”. Y es que Lipovetsky cree que necesitamos un nuevo modelo o, al menos, una reconstrucción del que ya tenemos. Según él: «es menos importante criticar las pequeñas cosas que denunciar a las grandes instituciones que no hacen bien su trabajo» y eso es justamente lo que está haciendo Greta Thunberg reclamar a quienes pueden cambiar las cosas la creación de políticas activas para asegurar un futuro que no se convierta en una distopía donde los pobres tengamos que pelear por los recursos.
Lo que Greta y los jóvenes implicados en los Fridays For Future reclaman son medidas que cambien el modelo por el que nos regimos actualmente. Antonio Campillo en Filosofía y Ecología dice:
La economía capitalista se ha basado en el supuesto de que la relación entre oferta y demanda, entre producción y consumo, es decir, el famoso mecanismo de la competencia o de la “mano invisible”, provocaría por sí mismo, de forma automática, un crecimiento ilimitado de la riqueza; la economía de “libre mercado” ha sido considerada como una máquina perpetua, capaz de funcionar al margen del medio natural, a pesar de que es ese medio el que proporciona a la máquina el combustible que necesita y el que recibe de ella los residuos que le sobran. […] La Economía moderna ha concebido la naturaleza como una fuente inagotable de recursos y un vertedero igualmente inagotable de desechos. La ha imaginado como una madre complaciente y resignada, dispuesta a satisfacer todos los caprichos de un hijo insaciable y desagradecido.
[…] Por tanto, el ciclo social de oferta y demanda, producción y consumo, debe inscribirse en un ciclo más amplio de interacción entre la sociedad y la naturaleza, en el que la sociedad obtiene recursos de la naturaleza y vierte residuos en ella. Y es este segundo ciclo el que impone unos límites ecológicos al primero. Pero estos límites sólo se han puesto al descubierto cuando el ciclo económico se ha desajustado peligrosamente con respecto al ciclo ecológico, es decir, cuando el ritmo de crecimiento –vertiginoso, lineal e ilimitado- de la tecnosfera capitalista ha entrado en contradicción abierta con el ritmo de renovación –lento, circular y limitado- de la biosfera terrestre.
Más adelante Campillo hace una distinción entre la ecología profunda que defiende un cambio personal orientado al ecocentrismo, es decir a la naturaleza como «un orden eterno e inviolable al que los seres humanos hemos de someternos» y la ecología política en la que se defiende un cambio social orientando a la supervivencia y el bienestar de la humanidad que depende de la preservación de la biosfera terrestre. Así que, aunque solo sea por mera supervivencia de la especie deberíamos pensar en como hacer esos cambios en la tecnosfera capitalista para que la biosfera, nuestra Tierra, no colapse y ponga fin a nuestra existencia.
A este paso acabaremos en una versión menos halagüeña de alguna de las últimas distopías de moda como Divergente o Los Juegos del Hambre. La emergencia es real y ya nos está faltando tiempo para reaccionar y cambiar algo tan gigantesco como es nuestra mentalidad y el sistema por el que nuestra sociedad se sostiene. Simon Donner, un climatologista de la Universidad de la Columbia Británica en Vancouver, Canada declaró para la NBC sobre la reducción de la emisión de los gases de efecto invernadero: «Matemáticamente y técnicamente, es posible, pero no es realista, reducir las emisiones de forma tan aguda en lo que ahora es solo un período de 10 años requeriría enormes cambios en los países de todo el mundo».
El problema en el discurso de Greta es que parece que solo señala a los políticos y a su falta de reacción ante los problemas reales que nos supone un cambio climático acelerado por la acción industrial humana. Si, parte de la solución está en crear leyes y políticas que sostengan los acuerdos medioambientales que se han firmado tantas veces a nivel mundial y que nunca se cumplen. Pero, gran parte de la solución, es cambiar o modificar nuestro sistema productivo, nuestro sistema económico y por último nuestro sistema de consumo. Recalco lo de que por último debe cambiar nuestro sistema de consumo porque actualmente se pasa la responsabilidad a los consumidores, a los ciudadanos de hacer pequeños cambios cuando las grandes empresas son las responsables de la mayoría de la contaminación que nos está llevando al abismo.
Lo que necesitamos es un cambio político y económico al que los que tienen el poder y el dinero se están resistiendo. Nos estamos quedando sin tiempo, sin recursos y posiblemente sin futuro o esperanza para el ser humano como especie. Quizá lo que debamos pedirle a Greta Thumberg es que ya que se han obsesionado con ella como con Mary Jensen en Algo pasa con Mary sin ni siquiera señalar a culpables con nombres y apellidos, o mojarse en un y otra dirección, que lo haga porque ya está recibiendo todo el odio que Internet y muchos medios de comunicación son capaces de volcar sobre alguien aún con un discurso bastante inocuo. Quizá si empezamos a señalar a quienes más culpa tienen y les reclamamos responsabilidades obtengamos un final más justo y esperanzador para todos.